Después de
terminar el tercer libro puedo decir que ha sido una de las mejores trilogías
que he leído en este 2016. E incluso lo intuí cuando estuve entre las páginas
de «El desván de Tesla» y me alegro de haberme adentrado en esta historia llena
de acción, humor y conociendo un poco más los inventos que causarán dolor de
cabeza a nuestros protagonistas.
«Para él,
aquella desgracia agotadora había empezado la noche del incendio. Y terminaría
otra noche de fuego.»
El error de
Nick fue vender los inventos que encontró en el desván de su hogar. Las cosas
no hubieran empeorado si los Accelerati se encontraran detrás de ellos en cada
paso que dan para recuperar las piezas que vendieron. Y es que, después de
tantos años investigando la forma de conquistar y apoderarse de cada objeto, no
contaban con unos adolescentes tan inteligentes que estarán dispuestos a
detenerlos.
«—La gente
tiene alma; las organizaciones, no. Pero las organizaciones tienen más poder
del que tiene ninguna persona. Lo mejor que podemos hacer es aplicar nuestra
humanidad individual en el desempeño del poder dentro de una organización.
Cuando eso falla, terminamos con brillantes científicos que serían capaces de
destruir todo lo que se encuentren en el camino para lograr lo que pretenden.»
Pero
nuestros protagonistas no estarán al tanto de todo. Nick tiene que unir cada
pieza desconociendo por completo lo que llegaría a pasar una vez que lo termine.
«Nick cogió
el aparatoso tesláfono, se lo llevó al cuarto de baño, y cerró la puerta con
pestillo. Tal vez Zak fuera el maestro de los números y códigos, pero Nick era
una especie de genio también.»
La ciencia
nos sigue acompañando de una forma divertida, con grandes personajes que nos mantendrán
al tanto de todo. El suspenso es fundamental en esta trama. Neal y Eric nos dan
un final de trilogía sorprendente.